El escritor gaditano Benito Olmo es el autor de la novela La tragedia del girasol, publicada por Suma de Letras. © Candileja Producciones

La novela negra retorna al aroma clásico con Benito Olmo (Cádiz, 1980), con un ex policía portuario que ha regalado a los amantes de este género una nueva entrega de las aventuras del inspector Manuel Bianquetti: La tragedia del girasol. Una continuación de su anterior novela La maniobra de la tortugaaunque puede leerse de manera independiente. Encontramos, de nuevo, a un policía suspendido de empleo y sueldo, razón por la cual se ve obligado a trabajar como investigador privado.

Benito Olmo procede de una familia repleta de músicos, llegó a tocar el violín en la Orquesta del Conservatorio Manuel de Falla de Cádiz. Ya de niño descubrió el placer de contar historias en forma de relatos y comics. A los 19 años se trasladó a Granada, ciudad de la que se enamoró y en la que pasó gran parte de su juventud. En 2007 publicó su primera novela, Caraballo, que obtuvo una excelente crítica y una gran aceptación por parte del público. Desde entonces no ha parado de escribir, con artículos en revistas de tirada nacional, llegando incluso a conseguir algún que otro premio. El escritor ha convertido su pasión en su profesión, donde no faltan las sonrisas, las conversaciones con los amigos, la lectura y los paisajes de un Cádiz, que además de sonreír, llora.

La Tragedia del girasol es el título de tu última novela y una metáfora ¿Qué nos vamos a encontrar en ella?

Los lectores que se decidan a dar una oportunidad a La tragedia del girasol van a encontrar una novela negra ambientada en Cádiz con un ex policía metido a investigador privado, una chica desaparecida y un encargo aparentemente sencillo que se termina complicando de la peor manera posible. Si tuviera que calificarla con una sola palabra, creo que sería adictiva.

• ¿De dónde surge este personaje fascinante, un inspector de casi dos metros de altura, apasionado y atormentado a la vez?

Mis novelas son clásicas, muy canónicas, así que necesitaba poner sobre el tablero a un personaje canónico. Bianquetti bebe de las fuentes de mis novelas favoritas, así que le debe mucho a Sam Spade, a Harry Bosch y a Pepe Carvalho, entre otros. Es peculiar, mide dos metros y es feo, y muy maleducado, pero tiene un ideal de justicia que acarrea hasta sus últimas consecuencias. Quiero que los lectores vean a Bianquetti y piensen. «Ahí va un tipo con un objetivo en la vida».

La maniobra de la tortuga y La tragedia del girasol empiezan ambas con escenas donde aparecen prostitutas…

No fue intencionado, pero sí es cierto que la violencia contra las mujeres es uno de los ejes fundamentales de ambas novelas. Pongo en relieve esta lacra porque no me puedo creer que en pleno siglo XXI siga existiendo la explotación sexual y la violencia machista.

Has hecho que Cádiz sea el punto de partida de sus tramas. ¿Qué ciudad muestras en estas dos novelas, un Cádiz, supongo, alejado de estereotipos?

Muestro un Cádiz real, alejado del estereotipo que venden desde la Consejería de Turismo. El Cádiz del paro, de la pobreza, la puerta de entrada del 87% del hachís que entró en la península en 2017. El Cádiz del levante y las noches de humedad despiadada. Creo que estereotipar un lugar es hacerle un flaco favor, así que pongo mi granito de arena para mostrar sin tapujos la provincia que tan bien conozco.

 

La ciudad de Cádiz es el escenario de las historias de Benito Olmo.  © Miguel Ángel García

Cádiz es la ciudad que sonríe, pero también es la ciudad que llora, ¿Cree que en Cádiz existe de verdad esa oscuridad?, ¿juega la ciudad un papel protagonista o es un mero telón de fondo?

Cádiz es una ciudad muy luminosa, pero allí donde hay luz también hay oscuridad. Que sea el escenario de mis últimas novelas no es casual y quiero pensar que les presta algo de su carácter y su forma de ser. Una lectora me dijo en una ocasión: «Tus novelas huelen a humedad y salitre». Es decir, huelen a Cádiz. León Tolstói dijo: «Pinta tu aldea y pintarás el mundo». Por eso uso Cádiz como punto de partida para contar historias que, en realidad, son universales.

¿Que otros escenarios curiosos nos vamos a encontrar en la novela?

Me gusta eso que en cine llaman lugares impropios, es decir, tomar lugares cotidianos y convertirlos en telón de fondo de algunas escenas truculentas. En La tragedia del girasol aparece escenas que se desarrollan en el estadio Ramón de Carranza, el restaurante El Balandro, la playa de Valdelagrana e incluso la cafetería del IKEA. Me resulta muy divertido utilizar este tipo de escenarios.

¿Qué lugares le gusta visitar?, ¿dónde cree que hay más magia, eso que tal vez las personas que no escriben no ven?

No creo en eso que llamas magia, sino en el constante trabajo de documentación y captación de datos para utilizar en mis novelas. Por eso encuentro ideas para escribir en prácticamente cualquier lugar. Desde la Biblioteca Nacional hasta un vertedero a las afueras de Chiclana. Cuando escribes desarrollas una predisposición natural a pensar constantemente en tramas o escenas, aprovechando cualquier elemento a tu alrededor. Se llama oficio y sólo se consigue dedicando muchas horas a aporrear las teclas.

• ¿Contiene su última novela mensajes políticos y sociales?

No era la intención, ya que mis novelas sólo tienen un objetivo lúdico, es decir, plantear un enigma al lector e invitarle a acompañar al protagonista mientras trata de resolverlo. La novela negra es un juego, un desafío al lector al fin y al cabo. Sin embargo, al escribir resulta inevitable hablar de situaciones que están a nuestro alrededor y en mis novelas aparecen entre otros factores la corrupción, la impunidad de los poderosos o la indefensión de cierto sector de la población. Por eso hay quien dice que mis novelas tienen un mensaje social, cuando en realidad me limito a contar las cosas tal y como las veo.

• ¿Cómo definiría la sociedad actual?, ¿También se plasma de alguna manera en sus textos?

Diría que la sociedad está algo anestesiada, demasiado acostumbrada a dar por hecho que los poderosos siempre lleven las de ganar y que la justicia no actúe con la misma contundencia contra un pobre diablo que contra un político, un banquero o alguien con influencias. Por supuesto muestro eso en mis novelas, creo que no sería honesto con los lectores si tratara de disfrazar la realidad.

• Menuda cantera de escritores hay en este Cádiz de luces y sombras…

Pues sí, y es de agradecer. Autores como Soledad Fresno, Daniel Fopiani y Rosario Tey se están abriendo camino en esto de las letras a base de constancia y trabajo duro, y todos sabemos que no es nada fácil, pero cuando haces algo con pasión, poniendo el cien por cien de tu parte, es muy complicado que algo salga mal.

Me entristece que nos hayamos vuelto tan superficiales, pero entre los yoísmos o los egos desmedidos no tengo otra respuesta que la fe absoluta en que sigue habiendo gente que merece la pena…

• Tus comienzos fueron la autoedición, ¿cómo consiguió convencer a Suma de Letras en esta última experiencia?

Quedé finalista del I Premio de novela La Trama/Aragón Negro y Ediciones B se ofreció a publicarme aquella novela, pero yo prefería la editorial Suma de Letras. A través de un amigo contacté con los editores, les ofrecí el manuscrito de La maniobra de la tortuga y les pedí que mejorasen la oferta. La jugada me salió mejor de lo que pensaba.

• Debió ser abrumador encontrarte con los resultados tras la publicación de la anterior novela, que además, se llevará al cine. Por cierto, ¿cómo va el proyecto?

El proyecto va a todo trapo. Ya está el guión terminado, se están dando importantes pasos para la financiación y, si todo va bien, empezaremos a rodar después de verano. Está siendo una experiencia muy satisfactoria.

• ¿Vive España un auge de la novela negra?

La novela negra está en auge, eso es innegable, y estoy convencido de que se debe a los años tan penosos que hemos pasado. La crisis ha sido demoledora y palabras como corrupción, desahucios, suicidios, blanqueo de capitales… han pasado a formar parte de nuestro día a día. Es inevitable que eso se plasme en lo que escribimos y también en lo que los lectores quiere leer. El género negro es un vehículo formidable para reflejar el momento en el que vivimos.

• ¿Qué está por llegar Benito, una tercera entrega del inspector Bianquetti?, ¿qué ocurre cuando acabas una novela de estas características?, ¿cómo es ese momento de transición entre una obra y otra?

Está en camino otra novela, pero todavía no he decidido si estará protagonizada por Bianquetti o si será algo diferente. En cuanto a la transición de una novela a otra, en mi caso apenas la noto, ya que siempre estoy escribiendo y cuando termino un proyecto ya estoy pensando en el siguiente. Este oficio tiene más de horas y de constancia que de musas e inspiración.

• ¿Cuándo es el mejor momento para escribir?, ¿tiene alguna manía confesable?

Mi mejor momento para escribir es por la mañana, bien temprano. Manías tengo muchas pero, por citar sólo dos, te diré que para escribir necesito silencio y café.

• ¿Cómo le ha influido su antiguo trabajo como policía portuario a la hora de escribir?

No creo que haya influido en mi manera de escribir, aunque sí en mi forma de percibir la realidad. En los muelles me encontré a todo tipo de personas, desde el todopoderoso que no soporta que nadie le lleve la contraria hasta el pobrecito que trata de buscarse la vida trapicheando o pidiendo pescado para revenderlo. Solía ser infinitamente más fácil tratar con los segundos que con los primeros.

• ¿Quiénes son sus autores favoritos?

Muchos… Lorenzo Silva, César Pérez Gellida, Lee Child, Víctor del Árbol, Michael Connelly

• ¿Qué libros crees imprescindibles?

Demasiados, pero voy a citar sólo el libro que me convirtió en lector y más tarde en escritor, Todos los detectives se llaman Flanagan, de Andreu Martín y Jaume Ribera.

• ¿Quién o quiénes han sido clave en su trayectoria, especialmente desde que viera la luz La maniobra de la tortuga?

Mucha gente, pero me quedo con esos lectores anónimos que, un buen día, vieron mi novela en una librería y, sin conocerme de nada, decidieron darle una oportunidad. No tenían por qué hacerlo, pero superaron todo tipo de prejuicios y se atrevieron a leer las desventuras de Bianquetti. Esos son los lectores que valen la pena.

La tragedia del girasol.  © Suma de Letras

• ¿Qué opina del gran mal de nuestros tiempos, el Ego que logra comerse a tantos seres humanos o el yoísmo para decirlo más rápido? Me refiero a esa lucha por ser los mejores, esa exposición constante en redes sociales, a esos mensajes obvios y vacíos que nos alejan de la realidad…

Vivimos una época de sobreexposición en las redes sociales. Hace poco leí un artículo en The Citizen Magazineque decía que estamos en el siglo de voyeurismo. Queremos ver lo que hacen los demás, y queremos que los demás vean lo que hacemos o fingimos hacer. Me entristece que nos hayamos vuelto tan superficiales, pero ante los yoísmos o los egos desmedidos no tengo otra respuesta que la fe absoluta en que sigue habiendo gente que vale la pena. No llaman tanto la atención como los ególatras, pero están ahí, los podemos ver a diario. Sólo hay que prestar un poco de atención y los descubrirás.

• En esa lucha de egos, hemos pasado de enriquecer a engrosar estanterías de librerías con cualquier cosa. ¿Qué debe plantearse uno antes de escribir?, ¿se ha perdido el respeto a las letras?, ¿estamos en un momento dónde todo vale en literatura?

Cada uno es libre de escribir lo que le plazca y como le plazca. Ahora bien, si hay alguien que ha perdido el respeto a la palabra escrita, esos son los editores. Han sucumbido en la codicia y, como dijo en una entrevista Mario Muchnik, han sido sustituidos por contables. Se publican libros que venden, sin importar su calidad, su profundidad o su posible perdurabilidad. Alguien tiene que venderlos, dicen. La sección de novedades de algunas librerías son para echarse a llorar. Sin embargo han olvidado algo: los lectores no son idiotas, y saben perfectamente qué libros son válidos y cuáles no merecen un lugar en sus estanterías. Por eso tengo una confianza ciega en la sabiduría de los lectores, que son los que finalmente ponen a cada uno en su sitio.

• Realizas visitas y charlas a adolescentes en institutos, ¿Cómo definirías esta experiencia?, ¿saben los niños y adolescentes leer?, ¿dónde está la clave para acercarles la lectura?

Es una experiencia muy liberadora, porque descubres a los lectores que están por venir. Además, estos actos ayudan a acercar los libros a estos nuevos lectores y a desmitificar la figura del escritor apolillado del siglo pasado. En las televisión se empeñan en mostrar a los lectores como bichos raros, siempre entre libros, con gafas y serios problemas para relacionarse. Es fundamental luchar contra eso y conseguir que los chicos se acerquen a los libros con el mismo entusiasmo con el que van al cine o utilizan Netflix. La clave es darles lecturas que los motiven y los emocionen, y que no traten de inculcarles moralinas o lecciones para la vida. Todo eso ya lo tienen en Youtube.

• La forma de promoción también ha cambiado. Tiene sus ventajas, pero también nos encontramos con mucha competencia. Es importante manejarse bien en redes sociales y acercar un buen producto a los lectores, ¿cómo lo hace?

Hablando en plata, la forma de promoción actual es un coñazo. Te obliga a dedicar mucho tiempo a las redes sociales, y las horas que pasas en las diferentes plataformas no dejan de ser horas en las que no estás escribiendo. Aún así, no deja de ser satisfactorio poder tratar directamente con los lectores y con otros escritores, así que trato de aprender de cada interacción.

• ¿A qué tiene miedo Benito Olmo?

A nada.

• ¿Con qué sueña?

Con seguir escribiendo y encontrando lectores.

• ¿Alguna recomendación para quien esté intentando abrirse camino en el mundo literario?

Que se asegure de que es lo que realmente quiere, porque es un camino demasiado tortuoso como para recorrerlo a la ligera. Que lea mucho, que se asesore y, sobre todo, que se divierta.

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