Greta Garbo protagonizó la versión de La dama de las camelias dirigida por George Cukor en 1937. © Vintage

Si en anteriores artículos de esta revista cultural se ha podido comprobar la belleza étnica y alternativa de una Miss Mundo de carne y hueso que responde al sugerente nombre de Kaiane Aldorino, la verdad, impracticable si quieres que suba y deje de jugar con las amigas, imagínense. No se puede describir la belleza de Marguerite Gautier de otra forma que no sea usando la palabra en los extensos párrafos de una novela decimonónica.

Pues el clásico de Alexandre Dumas, La dama de las camelias, incuba en nuestra imaginación un rostro y unas delicadas manos donde nadie es capaz de entrar con la máquina destructora de la realidad. Es allí donde nace, donde crece en armonía con el desarrollo de los capítulos de la novela, la belleza más real que existe, sin duda, la imaginada.  

Esta novela universal está inspirada en un hecho real de la vida del autor, pues mantuvo un romance con Marie Duplessis, joven cortesana de París que mantuvo distintas relaciones con grandes personajes de la vida social. La novela pertenece al movimiento literario que se conocería como Realismo, siendo de las primeras que formarían parte de la transición del romanticismo. La ópera La Traviata, del compositor italiano Giuseppe Verdi, se basó en esta novela, por ejemplo.

Portada del libro.  © Alianza Editorial

¿Qué sería de un verano sin clásicos de esta condición? ¿Se acuerdan de Ana Karenina? Cuando el lector es capaz de pedir un cupé para ir a comprar el pan y sueña con comprarle un ramo de camelias a la entretenida más bella de todo París en la duermevela de la siesta mientras Alberto Contador abandona el Tour de Francia, es que Dumas ha creado los cimientos de la auténtica novela.

Es Gautier, esa adorable mujer culpable e inocente, la que dijo en uno de los capítulos de la novela: “Si los hombres supiesen cuánto puede conseguirse con una lágrima, se verían más amados y nosotras seríamos menos ruinosas”. Pues eso, historias que no pasan de moda, que no se apilan en las estanterías de novedades en las librerías y no están escritas por autores de nombres impronunciables.

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