En tiempos convulsos como en los que vivimos no está de más rastrear nuestro pasado. © Sindy Nero
El pasado es peligroso, se escurre como gelatina. Y ya puestos, nos encanta, lo idealizamos. Normal. ¿Qué se nos ocurre al hablar del Al-Ándalus de los abasíes? Pues que era algo así como el paraíso: huertas bien surtidas, afeites, harenes, hombres de ciencia, baños públicos —los cristianos se lavaban menos que una llave— y libros, muchos libros… Efectivamente cualquier tiempo pasado fue… pasado. La realidad o, al menos nuestra perspectiva, es muy distinta.
Los moros, en el sentido más puro de su etimología, plantean en la historia de España más que un problema, un estado de ánimo (entre nosotros, polémica). ¿Quiénes conquistaron la Península a los godos? ¿Llevamos sangre árabe (beréber) en las venas? ¿Hubo realmente convivencia entre culturas, alias alianza de civilizaciones? ¿O tan sólo nos quedamos con un buen número de palabras y dosis de machismo? Cualquiera sabe.
Eslava Galán, con Califas, guerreros, esclavas y eunucos: los moros en España, se pone manos a la obra en el empeño de responder a esas preguntas, que huelen un poco a borrador y tiza de un aula de instituto, en un libro tan entretenido como fundamental. Como si se tratara de una crónica periodística recorre nuestra historia —la mitad de nuestra historia— para aclarar ciertos prejuicios o simplemente desinformación (interesada).
No está de más en estos tiempos convulsos rastrear nuestro pasado cuando todavía hay jefes de Estado a guisa de omeyas, que han terminado sus días (pueden imaginar a quién me refiero) peor que el mismísimo Abderramán I, en las crónicas cristianas como Abderramán Sanchuelo. Las vueltas, revueltas, de la Historia. Guerras en nombre de Alá, los miedos occidentales, las leyes religiosas… En fin… lo de siempre.