Una página de la novela Fortunata y Jacinta con las correcciones de su autor, Benito Pérez Galdós. © Escuela cursiva

Tal vez sean Fotunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós, y La Regenta, de Leopoldo Alas Clarín, las obras más representativas del realismo español o, ya puestos, del naturalismo. Ambas retratan la sociedad española del siglo XIX con una claridad asombrosa, por el dibujo acertado de los personajes, la ambientación milimétrica y el juego de los diálogos.

Vamos a quedarnos con Fortunata y Jacinta, por tener una relación con el mundo taurino, que es lo que nos interesa. Se publicó en cuatro partes, como en algunas ocasiones se hace hoy, entre 1886 y 1887. Es una obra coral —se han contado hasta mil quinientos personajes—, aunque a continuación destacamos la trama principal.

El hilo conductor de la historia es el personaje de Juanito Santa Cruz, hijo único de una adinerada familia de la burguesía madrileña de finales del siglo XIX. En su época estudiantil, el joven lleva una vida disipada. Durante una visita a Plácido Estupiñá, un amigo de la familia, conoce y se encapricha de Fortunata, una hermosa joven de clase humilde. Juan seduce a Fortunata y la convierte en su amante pero termina por aburrirse de ella y desaparecer de su vida.

Pero antes de conocer a Fortunata, su madre confía a Estupiñá su cuidado, cuando Juanito todavía es un muchacho. Le lleva prácticamente de la mano para que se deleite con los placeres de la vida. En uno de esos pasajes se puede leer:

“Ya era éste un polluelo con ínfulas de hombre cuando Estupiñá le llevaba a los toros, iniciándole en los misterios del arte, que se preciaba de entender como buen madrileño. El niño y el viejo se entusiasmaban por igual en el pintoresco espectáculo, y a la salida Plácido le contaba sus proezas taurómacas, pues también, allá en su mocedad, había echado sus quiebros y pases de muleta, y tenía traje completo con lentejuelas, y toreaba novillos por lo fino, sin olvidar ninguna regla…”.

No nos da muchos más datos el autor sobre los diestros de la época más pujantes o de los hierros lidiados en la antigua plaza de toros de Madrid. Eso sí, añade un detalle muy castizo: “Como Juanito le manifestara deseos de ver el traje, contestábale Plácido que hacía muchos años que su hermana la sastra (que dios guarde) lo había convertido en una túnica de Nazareno, que está en la iglesia de Daganzo de Abajo”.

Ingresó Benito Pérez Galdós como miembro de la Real Academia de la Lengua en 1889. Murió el escritor canario el 4 de enero de 1920 en Madrid.

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