Espectacular imagen de la bahía de Talafofo, situada al sureste de la isla de Guam. © Jonathan Miske
Corriendo el 22 de enero de 1565, el marino español Miguel López de Legazpi tomaba posesión de una lejana isla en el mar que Vasco Núñez de Balboa llamó Del Sur, y que más adelante se conocería por Océano Pacífico, cuando estaba camino de las Filipinas, y se le conoció por Guaján. Desde entonces hasta los estertores del siglo XIX Guaján era punto referencial y capital de lo que antaño se llamó “lago español”, al sur las Carolinas y las Marianas, al norte las Filipinas. Con permiso de Manila, Guaján y su capital Santa Cruz de Agaña era referente comercial entre Asia y América. Una pequeña guarnición protegía la soberanía española de apetencias extranjeras, sobre todo de la codicia del incipiente Imperio Alemán. Por lo demás, una vida tranquila y monótona, lejos de todos y olvidados de muchos.
Los españoles y nativos de Guaján sabían que la primavera del 1898 era un tanto movida por las apetencias norteamericanas sobre la isla de Cuba, y que las últimas noticias que llegaban de la Península no eran precisamente para irse a pasar el día con un yanqui a la playa de Punta, en Apra. El 20 de junio de 1898 el flamante buque norteamericano USS Charleston, al mando del capitán Henry Glass, escoltado por el City of Pekin, el Sidney y el Australia, divisa la isla de Guaján. Glass había recibido unos días antes la orden del secretario de Marina John Long —más tarde daría nombre al primer campo de concentración— de dirigirse a las Filipinas para reforzar a George Dewey en la toma del archipiélago, pero que antes de llegar a Manila tomara, la que para los flamantes marinos de piel descolorida era la isla de Guam.
Lejos del fuego del cañón del castillo del fuerte San Juan (Agaña), el USS Charleston lanzó tres andanadas con sus briosos cañones aún por estrenar; caían lejos de la costa, pero por su magnitud seguro que fueron bien visibles. Glass dio orden de zafarrancho de combate a la espera de que las baterías españolas contestasen desde el castillo. Tras una larga y tensa espera de más de una hora, un bote a remos apareció por babor del Charleston, bandera española al viento, y con tres ocupantes, el teniente García, el médico militar José Romero y el comerciante e intérprete, el señor Portuach.
Los españoles, una vez a bordo del buque, piden perdón a Glass por «no poder haber podido responder con las salvas de cortesía recibidas desde el Charleston», pues el cañón del fuerte no se encuentra en condiciones de hacer fuego desde hace ya algún tiempo. Glass no sale de su asombro. A través de Portuach, le comunica que Estados Unidos y España están en guerra, que se den por prisioneros y entreguen la isla.
“¿Qué rinda la isla?”, dicen que respondió el oficial de Marina García, “no tengo conocimiento oficial de mi gobierno de lo que me cuenta; por tanto, me es imposible hacerle entrega alguna a ninguna fuerza extranjera”. De vuelta a la isla, con la consigna de que a las nueve de la mañana el oficial Braunesseuther iría a por la rendición, el general español Juan Marina, a los que los chamorros llamaban “el bonachón Juan”, debe de deponer cualquier moviendo hostil, ya que solo cuenta con cincuenta y cuatro soldados, algunos chamorros armados y un cañón que solo sirve de adorno, medio podrido por la brisa marina.
El regimiento de Oregón desembarca con la orden de destruir todo el armamento español en el castillo, echar abajo la fortificación y subir la bandera estadounidense. Con los soldados españoles a bordo del Charleston, el general Marina, el teniente Francisco García, Pedro Duarte (ayudante del gobernador) y el médico José Romero acompañándolos, ven cómo el buque y toda su tripulación parten hacia Filipinas sin haber cumplido la orden anterior, “ya que estaba todo en tan mal estado, que se dejó como estaba”.
El 21 de junio sólo quedan en la Guam norteamericana civiles y clero, entre ellos el Administrador de la Hacienda Pública, José Sixto, que considera nula la toma de Guaján por los yanquis ya que al marcharse “ha existido abandono”, iza de nuevo la bandera española. Sólo un mes duraría la reconquista de Guam, hasta el 22 de julio de 1898, cuando el vapor norteamericano USS Uranus volvía a la isla, en él llegaba García Gutiérrez, que venía a recoger a su familia y a la del general Marina.
En enero de 1899, arribó el barco de guerra norteamericano USS Brutus, al mando del teniente Vicendon que está a la espera del USS Bennigton, en el que viaja el comandante E. D. Taussing, que será quién tome de hecho la isla. En la antigua Guaján española aún suena ese español tan exótico como es el chamorro, y sus habitantes, pese a seguir dependiendo del que la llamó Guam, tienen hoy un gobernador llamado Félix Pérez Camacho.
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El lector interesado puede descargar Viaje por Filipinas: de Manila a Marianas, obra de Juan Álvarez Guerra, publicado en 1871.