Llivia es una pequeña localidad perteneciente a Gerona y que se encuentra en territorio francés. © Wikipedia

Si ponemos interés, o más bien una lupa, en la frontera con Francia a la altura de Puigcerdá (Gerona), podremos ver una extraña línea fronteriza dentro de territorio galo, un trozo de España totalmente rodeado por Francia, es Llivia, 1689 habitantes en 12,83 km². Enclavada en plena Cerdaña, fue importante en la Edad Media gracias a su castillo, que se convertiría en protagonista de la historia de la villa. Destruida la fortaleza en 1478 por los franceses, el pueblo perdió su posición en favor de la cercana Puigcerdá, a dos kilómetros.

Años más tarde, en concreto el 12 de junio de 1528, el emperador Carlos I confirmaba ciertos privilegios a Llivia que venían de anteriores monarcas, de esta manera esta pequeña localidad se convertía en «villa y parroquia de Llivia», elevando su categoría por encima de las poblaciones vecinas.

Este nombramiento hubiera pasado de largo sino hubiera sido porque durante el siglo XVII, en plena guerra entre España y Francia, los primeros una vez derrotados, se sentaron con sus vecinos vencedores para firmar el Tratado de los Pirineos (1659). España cedía a Francia los treinta y tres pueblos de las comarcas del Vallespir, el Rosellón y la Alta Cerdaña, que hoy forman junto con la Fenolleda, el departamento francés de los Pirineos Orientales.

Cuentan que sentados ambos representantes, el francés y el español, el segundo para asombro del primero, adujo que Llivia no era un pueblo (village, en francés), sino una villa, tal y como ciento veinte años antes la nombrara Carlos I, por lo que no entraba en el tratado. Tras un principio desconcertante, Francia decidió aceptar la decisión española. Así, desde entonces, Llivia es un trozo de España en pleno territorio francés.

El 12 de noviembre de 1660, se transformaba oficialmente en «enclave», y no sería hasta 1866 por el Tratado de Bayona —entre España y Francia— cuando se fijaron definitivamente las fronteras y límites de la villa. Se pusieron cuarenta y cinco hitos, que aún existen, y que señalan la frontera alrededor de Llivia, también se fijó el camino con España, es decir con la vecina Puigcerdá —a través de suelo francés—, al que se nombró de «libre circulación». De igual manera, los llivienses obtenían sus derechos de uso y paso de los rebaños para unas tierras de pastoreo que la villa posee al norte del pueblo, en territorio francés.

Apenas son mil quinientos habitantes con una superficie de doce kilómetros cuadrados, una singularidad histórica que se ha mantenido en manos españolas…

Todo parecía arreglado después de tantos años, pero en 1936 en España comenzaba la Guerra Civil. Llivia no fue duramente golpeada por la contienda, sus mozos fueron llamados a filas (por la República) y algunos desalmados la tomaran con alguna obra de arte. Fue después, una vez triunfado el golpe del general Francisco Franco, las fuerzas vencedoras tuvieron que pedir permiso a Francia para pasar por la carretera (recuerden sobre suelo galo) y tomar Llivia.

La II Guerra Mundial también fue protagonista en Llivia, Francia ocupada por los nazis propició una difícil situación, ya que las fuerzas alemanas patrullaban alrededor de Llivia temerosos de que fuera lugar propicio para que se escondieran espías y conspiradores. Después de la contienda mundial, los habitantes de Llivia se vieron condenados a eternos controles aduaneros en su camino a Puigcerdá, por parte de España. Ya que Francia renunció a ellos en el citado Tratado de Bayona.

A partir de los sesenta la cosa se relajó un poco —ya solo les pedían a los que circulaban el pasaporte—, pero durante esa década los franceses construyeron dos carreteras que cruzaban con la primera, la de toda la vida a Puigcerdá, colocaron stops del lado de la carretera española, lo que obligaba a los Llivienses a detenerse y dejar pasar el tráfico de las vías francesas. Ahí comenzó una nueva guerra, la llamada de los stops. Los habitantes de Llivia hasta entonces habían circulado, con matricula española hasta Schengen 1995, sin obstáculo alguno entre Llivia y Puigcerdá, ahora debían de detenerse en los famosos stops franceses.

Los llivienses tomaron literalmente el Tratado de Bayona, y entendieron que «libre ciruculación», significaba eso, no tener que cederle el paso a los vehículos franceses, así durante años los stops fueron arrancados por los llivienses y repuestos por los franceses, hasta que a principio de los ochenta, España construyó un puente sobre una de las carreteras (anulando un stop), y Francia puso un stop de su lado en la otra, cosa que tampoco agradó a los franceses que tuvieron que modificar su postura con la construcción de una rotonda, que acabó con el último stop. De esta manera acababa en 2001 la guerra de los stops.

Ahora es fácil llegar de Puigcerdá a Llivia, pasando por debajo del puente de la discordia y la rotonda de la solución. Si van, no se pierdan el mercadillo francés y la farmacia museo Esteve, que dicen que es de las más antiguas de Europa.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies