La primera dama de Estados Unidos durante los difíciles años de la guerra de Secesión en una imagen de Mathew Brady. © wikipedia
Ahora que la sombra de Abraham Lincoln es alargada por cuestiones cinematográficas (en verdad ofrecía al resto de los humanos una silueta de más de metro ochenta), conviene conocer la sombra de la primera dama, Mary Todd Lincoln, una mujer de armas tomar. Mary era coqueta y sensible y, lo más importante, de buena familia, de ahí que personajes como Sthepen A. Douglas la cortejaran. Pero ella, menuda y de risa burlona, se fijo en un enclenque y tosco abogado de Illinois, un tal Abraham Lincoln.
Se casaron el 4 de noviembre de 1842 y por cuestiones que a los mismos protagonistas se les escapaban, se convirtieron en la primera pareja de un país que se encaminaba con pie firme al abismo. Así que se convirtió en primera dama y remozó la Casa Blanca, pues el anterior presidente, James Buchanan, era soltero. ¿Se lo imaginan hoy? Pero surgieron los problemas:era del Sur, pensaba que la raza blanca era superior y, en definitiva, se crió entre esclavos, lo que la alta sociedad de Washington no le perdonó nunca. Además, sus familiares más cercanos murieron en la guerra, pero defendiendo los colores de la Confederación.
La primera dama en los pinceles de la artista Katherine Helm sobre 1925. © Katherine Helm
Ella suplía ese rechazo con una intensa vida social, su carácter cambiante y sus excentricidades, por ejemplo, con los atuendos y las joyas (se puede observar en la fotografía de Brady de este artículo). A ese cúmulo de problemas había que sumar la pérdida de tres de sus hijos, tan sólo el mayor sobrevivió a su madre, y padecer en casa los rigores de un marido presidente de los Estados Unidos en una guerra civil. Además, con la llegada de la paz, fue testigo en primera persona del asesinato de su marido. A principios de la década de 1880 se marchó a casa de su hermana Elizabeth, donde se llevó postrada los últimos años de su vida. Murió a los sesenta y tres años el 16 de julio de 1882.