El uso que hagamos de las palabras muchas veces funciona como el ciclo de la vida en las estrellas en el universo. © Tony…

Y resulta que las palabras se mueren un buen día, sufren el traqueteo de los hablantes, las mastican y, ¡ale-hop!, las escupen hasta nuevo aviso. La primera señal de alarma es la aparición del pasado en la definición del diccionario de la RAE, hasta que se quedan guardando polvo en las estanterías. Las modas pasan, otras veces vuelven y el idioma, que se adapta como un camaleón a la realidad, tiene la suficiente capacidad para crear nuevos lexemas, transformar otros, adoptarlos del extranjero o rescatarlos de los antiguos yacimientos de vocabulario.

Por eso, más que una simple recopilación o un diccionario al uso, Palabras moribundas es un libro de postales familiares. Porque eso de madil, mancar, niqui, almazuela, romadizo, chiticalla, garrotillo, encetar o tomavistas hace tiempo que no se les ve y, por ahora, ni se les espera. Pero nunca se sabe, hay veces en las que retornan, pues la modernez es pasajera, como las modas. Nuestros abuelos las usaban, nosotros las dejamos de usar y nuestros nietos tal vez las recuperen un día. Cualquiera sabe.

Pero las palabras están allí, en las entradas de los diccionarios esperando su turno para hacer un numerito. Por eso, antes de que perdamos más términos en el camino conviene leerse el interesante libro de Álex Grijelmo y Pilar García Mouton, no vaya a ser que nos dé un patatús y nos tenga que llevar al hospital un cosario. ¡Dichosas palabras…!

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