Bill Bryson, escritor nacido en Estados Unidos, es autor de libros divulgativos sobre historia, ciencia y lengua inglesa. © Literary Arts

Tal vez este universo sea uno de tantos que han existido a lo largo de eones —utilizando la terminología del autor— en un interminable carrusel de expansión-contracción, donde la vida tiene un único objetivo, vivir. Nos estamos escapando de una glaciación por dos mil años, apenas hay científicos investigando nuestro mundo, desconocemos a las ballenas azules —tienen la lengua tan grande como un elefante asiático—, somos unos pardillos en el conocimiento del clima o de los fondos marinos, llegar a una estrella es tarea imposible… y así podríamos seguir, aportando reflexiones a cuál más cautivadora.

Afirmaciones de este tipo suelta Bill Bryson en su libro más conocido hasta la fecha: Una breve historia de casi todo. Y nos nos quedamos indiferentes, eso es lo bueno. Le seguimos dando vueltas a la cabeza un buen rato. Esa es su facilidad para escribir: hacer comprensible lo incomprensible. Aquello que nos supera, se vuelve cristalino e incluso ameno para el lector, que no quieren que las páginas vayan pasando para acabar el tomo.

La vida es una pura casualidad y nuestro mundo anda en un equilibrio fenomenal sin que intervengan los humanos. Bryson posee la virtud del buen escritor, ser un verdadero divulgador de conocimientos, en este caso científicos. Llegó a vender en el Reino Unido 300.000 ejemplares y eso no se consigue de otra forma como no sea poniendo sobre el papel un lenguaje accesible para el gran público, incluso cuando habla de la teoría de cuerdas, por ejemplo.

Su amenidad es muy compleja a la vez, la actitud ante la Historia o la Ciencia es detectivesca, como los buenos folletines de detectives. Por eso no queremos que su libro acabe, pues nos sorprende en cada página con nuevas teorías, nuevos personajes, como el leptón o la vaca marina de Steller, o nuevas preguntas a realidades que creíamos aseguradas para siempre. La buena literatura no entiende de verdad o ficción.

 

Una breve historia de casi todo. © Amazon

Pero el bueno de Bill Bryson va mucho más allá. ¿Qué les parece el fascinante mundo de la vida cotidiana? Hace cien años no recogía el diccionario el adjetivo confortable y es que hace cien años la vida privada, la de puertas hacia dentro, era muy distinta de la que conocemos hoy. Era de todo, menos confortable. El autor se fijó en su siguiente libro en nuestros hogares y se preguntó, como alguna vez lo hemos hecho nosotros, desde cuándo vivimos así, como personas, es decir, civilizadas.

El norteamericano ha atacado de nuevo y no es menos cierto que es una gozada leer una extensa obra como En casa, una breve historia de la vida privada. Bryson se ha instalado en Gran Bretaña y ha comprado la villa de un pastor de la iglesia anglicana del siglo XIX. Ese hecho transformó la perspectiva de su nuevo libro, pues se dedicó a recorrer sus estancias para de esa forma recorrer a su vez la pequeña historia del dormitorio y del desván, por ejemplo.

Él mismo lo afirma en una de sus páginas: «Sabemos más cosas de los soldados del Imperio Británico que de sus viviendas o de lo que comían». Hace apenas una centuria no había luz eléctrica sino velas, ni lavadoras, sino arsénico, ceniza y orines viejos para emblanquecer la ropa. Tampoco había cisternas, ni tuberías de agua, sino cubos con aguas fecales que corrían por la puerta de la casa. La dieta se reducía a pan, bastante más incomestible que el actual, y gachas, muchas gachas.

Y así nos vamos sorprendiendo de por qué el tenedor tiene cuatro púas o el cristal dejó de tener impuestos especiales. Mejor es no leer con atención las condiciones laborales de los obreros de las fábricas textiles de Londres y otras ciudades británicas, por aquello de las comparaciones, que muchas veces no son tan odiosas. Más vale pasar de puntillas por ese capítulo.

 

Portada de En casa. © Amazon

¿Quieren saber algo más de los devaneos literarios de Bill Bryson? Pues su último libro hasta la fecha se llama 1927: Un verano que cambió el mundo. En esas vacaciones en Estados Unidos tuvieron lugar una larga serie de acontecimientos que anunciaban el inicio de una nueva época: la aparición del cine sonoro, el afianzamiento del imperio criminal de Al Capone, las obras del memorial del Monte Rushmore, la bonanza económica que aún impulsaba a Wall Street; y, desde luego, la travesía aérea de Charles Lindbergh, que se convirtió en el principal símbolo del cambio de paradigma que iba a marcar todo el siglo XX. ¿Interesante? A leer toca.

 

1927: Un verano que cambió el mundo. © RBA

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