El autor cobró fama universal con su novela ambienta en Lisboa Sostiene Pereira. © porloscodos.com
¿Ha muerto realmente el escritor Antonio Tabucchi? Con los escritores, con los buenos escritores, surgen esas preguntas. Un buen día aparecen en los periódicos y se escriben artículos o necrológicas. Han sufrido un infarto o simplemente dejaron de respirar en el rincón de su habitación. En la mayoría de las ocasiones olvidados por los propios lectores o por el vorágine de la literatura, que llena las mesas de novedades a velocidad de vértigo.
Sin embargo, las palabras que forjaron con la paciencia infinita de un amanuense o los personajes que crearon de la nada siguen con nosotros, como los viejos amigos. Ahí, junto a nuestra vida, continúan llamándonos, como si fuese la primera vez que los conocimos. Es la principal fuerza de la ficción: una mentira que trata con verdades o una verdad que se construye con mentiras. Así funciona la literatura, al menos desde Homero hasta Antonio Muñoz Molina.
Me ocurre —no sé si es un síndrome que anuncia la vejez— que desconozco quién es quién casi todo el rato, no sé distinguir si Ricardo Reis es Fernando Pessoa, si Antonio Tabucchi es Pereira o Miguel de Cervantes fue una invención del esquizoide Alonso Quijano en una de esas noches interminables de lectura de libros de caballerías. El lector, os lo aseguro, se desdobla también: ya no somos lo que éramos después de recorrer los páramos desolados de La Mancha soñando aventuras.
Siempre Tabucchi-Pereira se desenvolverá como ese periodista de la sección cultural de un periódico lisboeta que se aferra a reseñar poetas y escritores franceses y a los diálogos-monólogos que mantiene con su mujer fallecida hace unos años. Pero Pereira, como nosotros, un día trastorna sus hábitos, algo hace tambalear su aburrida existencia, aderezada de tortillas francesas a las finas hierbas y vasos de limonada. Conoce a Montero Rossi y, gracias a su nueva amistad, comprende la situación real de Portugal, la dictadura infamante de Antonio de Oliveira Salazar.
Pereira-Tabucchi se mezclan en su obra más conocida, Sostiene Pereira —ya novela universal—, que parece, por su título, una declaración judicial, de esas que en los países sin libertades se usan contra los ciudadanos. De un inicio pausado se desemboca en la tensión, el centro de la novela, como diría Orhan Pamuk. La trama que precipita a todos aquellos que mezclan sus vidas sin libertad.
Tabucchi lo dice mejor: «Sin embargo sentía una gran nostalgia, de qué no podría decirlo, pero era una gran nostalgia de una vida pasada y de una vida futura, sostiene Pereira». ¿Se trata de la eterna nostalgia de la literatura? Puede ser.