Imagen panorámica de la actual ciudad de Hong Kong, devuelta a China en julio de 1997. © Wallpaper Stock

Yo, entre otras cosas en esta vida, por el Imperio Británico maaato… Me explico, me chifla la literatura que generó el dominio de la Union Jack en medio mundo, bueno, en más de medio mundo. En cierta manera somos hijos de la revolución industrial y, si no es por el socorrido trabajo de hindúes, africanos y chinos, no estaríamos aquí. Esas casacas rojas relucientes en los ágapes del gobernador, la caza del tigre, un criado sij que te llame said, unas revueltas en la frontera… ¡Snif…! Un mundo que se ha marchado para siempre con el beneplácito de su Graciosa Majestad.

Pero como los imperios están abocados a desaparecer —lo siento mucho, mister president Barack Obama— también el británico tuvo su réquiem en forma de arriado de bandera, con lágrimas incluidas de la hija del gobernador Chris Patten, una lluviosa mañana del primero de julio de 1997. Entonces Hong Kong pasó a manos chinas y se acabó las reuniones en los clubes, los autobuses de dos plantas y las salvas de honor a eso del atardecer. Los británicos —ya sé que eso del colonialismo está muy mal— se fueron para siempre.

Y, para los coleccionistas de sellos, concluyó una etapa: las exóticas emisiones postales de la Corona en un lugar apartado de Oriente. Eso de tener entre tus manos sellos con la efigie de Isabel II y el anagrama HONG KONG es como ser el protagonista de Cita en Hong Kong y tomar una copa con Clark Gable. Ahora la administración postal china ha mantenido la especificidad del territorio, pero ya no es lo mismo, que no es igual.

Última de las series conmemorativas de la colonia británica en junio de 1997. © Colección del autor

Porque eso de tener territorios de ultramar en los cinco continentes debe marcar a los escritores. Cae en mis manos Adiós, Hong Kong, de Manu Leguineche, que no hace otra cosa que seguir la senda de Joseph Conrad, Rudyard Kipling o A. E. W. Mason. Lleva un mapa mundi victoriano en la cabeza y eso se nota cuando hace un repaso a la historia de la colonia. Entonces uno sueña en convertirse en escritor y viajar en un clipper, sestear en el hotel Península y cerrar unos negocios en la India (británica, of course), nada, unas miles de libras esterlinas.

Pero los británicos han dejado un problema sin resolver, como en otras antiguas posesiones. ¿Les recuerdo Sudáfrica, por ejemplo?. Los hongkonitas (no sé si se escribe así) han olisqueado la libertad y viven con dificultad en la nueva China, esa que es una feroz dictadura en lo político y ultraliberal en la economía. ¿Alguien me puede explicar esa contradicción? Por eso se manifiestan con sus paraguas abiertos en las plazas públicas de la ex colonia.

Emisión de Jorge VI de 1946 en recuerdo de la II Guerra Mundial. © Astampaday.com

Ahora nos queda tan sólo la literatura, esa magia de palabras que son intemporales. Y si quieren realidad, tenemos la china en el zapato de los españoles, es decir, Gibraltar. Sí, tiene menos glamour, pero hay bobbys en sus calles y el tabaco es más barato, que no es poco. Por ahora, no hay ni por asomo una fecha de entrega y además te hablan en un inglés andaluz. «¡God save The Queen…!».

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