La actriz y cantante sueca Zarah Lander fue una de las bellezas que cautivaron a Adolf Hitler a lo largo de su vida. © Carlos Banayas
El verano es también el tiempo de matar bichos. Además del abajonejo del anuncio del insecticida, también nos damos cuenta de que a nuestro alrededor pululan seres tan excepcionales como el leopardo de las nieves o el okapi, a saber: la cucaracha, la hormiga, el piojo, los ácaros, las pulgas y toda una serie de lindezas de la naturaleza. Son seres vivos indecorosos, pero no por ello fascinantes, así lo creyó el etólogo Karl von Frisch cuando escribió una obra divulgativa sobre sus andanzas.
Que la cucaracha pone los pelos de punta —sobre todo esa de color rojo y alada que vino de América— cuando la vemos o que la palabra piojo es sinónimo de muchos adjetivos ominosos ya lo sabíamos. Lo que no sabemos es su origen evolutivo, sus capacidades físicas, su comportamiento reproductor y por qué ha decidido vivir con nosotros. Frisch, en Doce pequeños huéspedes, relata de forma amena la peripecia de cada uno de los protagonistas del libro con la seguridad de un sabio y la tranquilidad de un naturalista.
Ya saben, este verano se pensarán un poco más darle un pisotón a un bicho. Los hombres de ciencia tienen en ciertas ocasiones estos arrebatos literarios de los que nos saciemos el resto de los mortales. En 1973 compartió Frisch el Premio Nobel de Fisiología y Medicina con el holandés Nikolaas Tinbergen y el austríaco Konrad Lorenz, nominados ambos por sus estudios sobre la conducta animal.