El escritor Francisco Ayala fue filatelizado por el correo de nuestro país en las emisiones postales de 2010. © Gorka Lejarcegi
Hay escritores que tienen la virtud —más bien el privilegio— de llevar en sus venas los decenios de un siglo, esa centuria a la que alguien llamó «el siglo de la violencia». Recorrer sus páginas es indagar en los pormenores de la historia, de los conflictos políticos, de los dramas humanos y sociales, de los movimientos literarios y, como no podía ser de otra forma, de la guerra, la Guerra Civil que en España dejó el cristal empañado durante cuarenta años. Francisco Ayala, ese hombre de letras que jamás fue joven, fue uno de ellos.
Correos le dedicó en su día una emisión postal en señal de homenaje y reconocimiento, uno de tantos en lo que fue su larguísima trayectoria vital y artística. Pero el escritor granadino no está solo sino que aparece en la serie Personajes escoltado por las figuras de Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999), otro escritor, y de Vicente Ferrer (1920-2009), filántropo y máxima autoridad en cooperación y solidaridad.
El efecto postal no es gran cosa, lo normal cuando se habla de la política de emisiones en España. Es como si hubieran pensado en cumplir con el encargo de la comisión y poco más. Es una de las críticas constantes al servicio de emisiones de nuestro país. Salir del paso parece ser la frase hecha que se consigna desde los despachos. Y, si no lo creen así, echen un somero vistazo al catálogo de las emisiones más recientes. Parece que no se quiere molestar a nadie ni a nada. En otras oficinas postales no hay tantas dudas.
Es mucho más acertado, no lo duden, leer la obra de Francisco Ayala, comprobar la diferencia de estilo de sus obras antes de la guerra y después, ya en el exilio. Una propuesta para estos tiempos tan confusos: Los usurpadores, colección de relatos que nos presenta el eterno debate entre el poder, la violencia, la destrucción, etc… Si alguien cree que el escritor es conocido por sus novelas, aquí se llevará una sorpresa, pues hay quien considera que supera sin dificultad los relatos de Jorge Luis Borges. Y, como el exilio es un camino de ida, esta obra es una ida y una vuelta en constante construcción: la construcción de nuestro país.