Hay modas tan inverosímiles como las que afectan al cuerpo de una mujer. Vivimos en la era de los traseros superlativos. © Marcos Fernández
Tal vez estén de moda o, dicho con otras palabras, las posaderas (femeninas) ganan una carrera sin meta en la que lo más destacado es ganar centímetro a centímetro en grosor y contundencia, en cada siglo, en cada década o, en tiempo acelerados como los nuestros, en cada temporada. ¿No se le puede denominar como involución trasera? Es una vía paralela con el calentamiento global (!), cada década suben las temperaturas unas décimas.
Como la cronología de Manetón, existen hitos en los traseros, fechas claves en los que la parte baja de la espalda femenina se convirtió en protagonista, hasta que llegó el año 2014, y oficialmente se declaró Year of the Butt (literalmente, año del culo). A la misma altura del Año Internacional del Reuma. Porque vivimos unos tiempos en los que un día en el que no se celebre nada, puede ser hasta sospechoso.
Ya las diosas griegas tenían sus buenos panderos, como la Venus Calipigia, a la que se le rendía culto en Siracusa. O la segunda mujer de Rubens, la famosa Hélène Fourmet, que prestó sus orondas nalgas a muchos de sus lienzos. Y el hallazgo fortuito de la Venus de Hottentot en 1810, que hizo rebajar miriñaques y el exceso de tela justo en la parte de atrás, según las indicaciones del modisto Charles F. Worth.
Los centímetros de glúteos se acumulan sin parar: Josephine Baker, Brigitte Bardot… y con ellas, la irrupción de las Pin-up, mujeres rotundas y muy sensuales, con Betty Page a la cabeza, y nuestra queridísima Marilyn, las curvas más deseadas del planeta (lo malo es que siguen en el número uno a pesar de los años transcurridos). Pero hoy la batalla la ha ganado el bisturí de los cirujanos plásticos: entre el año 2000 y 2013 se produjo un incremento del 80% en las operaciones relacionadas con elevar los glúteos. La técnica más utilizada es la llamada Brazilian Butt lift o, en román paladino, levantamiento brasileño de culo.
Porque los modelos más apetecibles para el género tanto masculino como femenino son así, pétreos, firmes, ondulantes y, no lo olviden, provocadores. Tal vez Francisco de Quevedo tenía razón cuando decía aquello de “la mano de marfil es muy forzoso, que al culo de su dueña haya llegado”. El trasero es ambivalencia, sesgo del que mira, barrera infranqueable a veces, bello y escatológico a un tiempo.
El centro gravitatorio de la mujer —hablamos de las famosas que marcan tendencia— se ha desplazado a la parte baja de la espalda. Ahora mandan las dimensiones, el tamaño colosal, la turgencia y la gracia del movimiento. ¿Recuperaremos algún día su literatura? Ayúdanos Georges Brassens. El autor de canciones tan celebradas como La mala reputación o Chanson pour l’auvergnat dijo en una ocasión: “En el tiempo donde los culos postizos son mayoría, gloria a éste que dice toda la verdad”. No sabemos si sentenció mirándose el suyo o el de otra persona. Cualquiera sabe.