Junto con Francis Bacon, fue uno de los más brillantes representantes de la llamada Escuela de Londres. © Ideafixa

Tienen los desnudos de Lucian Freud una aspereza que nos impide apartar la vista de los seres humanos que nos miran desde su intimidad, la del cuerpo sin ropa que posa al pintor. Mujeres, hombres, jóvenes, niños, ancianos… la belleza del desnudo como motivo artístico se rompe en la propuesta de sus obras, pues las líneas apolíneas son destrozadas por las de la realidad, esa realidad de espantapájaros que cada uno de nosotros protagonizamos cada día. Las arrugas, los michelines, las carnes flácidas que caen igual que las hojas del calendario son sus principales intereses.

Un buen día Lucian Freud pintó la vejez decrépita de Isabel II y las críticas le llovieron, como si hubiera roto el pacto nunca escrito de los pintores de cámara desde los tiempos de Enrique VIII. Se armó de valor, pintó lo que vio y le importaron un apio las críticas. Como si hubiese pintado al rey desnudo del cuento, así pinto a la soberana, tal como es, una anciana. Más allá del desnudo o de la mirada de la soberana del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, los ojos de los retratados tienen un aire de benevolencia, como si no les importara demasiado posar de una forma o de otra. Tal vez el reparo está en nosotros, ya que pensamos que nuestra vergüenza es mayor que la del retratado. No hay, por tanto, mayor hiperrealismo que en estos lienzos.

Autorretrato (1985).  © National Portrait Gallery

Sobrino de Sigmund Freud, se estableció Lucian en Londres cuando sus padres huían del régimen nazi en la década de los treinta. De producción no demasiado extensa y sumamente cotizado, cuenta con apenas cinco ejemplos en España: cuatro en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, (Reflejo con dos niños, autorretrato, Gran interior, Paddington, Último retrato y Retrato del barón H.H. Thyssen-Bornemisza), existe otro retrato del barón, de mayor formato, que al parecer lo heredó su hija Francesca. Y ya en museos de Hispanoamérica, hay que citar dos pinturas en el MUNAL de México y una en MALBA de Argentina.

Sin embargo, Freud es un manantial para entender la pintura contemporánea, la que surgió cuando un señor inventó la fotografía y acabó de un plumazo con el debate sobre la realidad y su representación pictórica. Ya no hay forma de hacer de la pintura un mecanismo para salvaguardar la realidad. Tal vez sea la realidad misma, y la del desnudo es, sobre todo con los pinceles de Lucian Freud, su primer mandamiento.

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