El Me-262 fue el primer avión a reacción del mundo en entrar en servicio y fabricarse en serie durante la II Guerra Mundial. © wikipedia

Hablar de aeroplanos es detenerse con la mirada perdida en los cielos, marcar con las alas los jirones de nubes y hacer una pirueta para que nos situemos a cola de nuestro enemigo, una ráfaga de disparos de ametralladoras y… ¡zas!, un derribo más que pintar en los alerones de nuestro caza. Ya ven, no me gusta volar y menos en plan low-cost, pero me apasionan las vidas de los pilotos de caza durante la II Guerra Mundial. Espero que me comprendan, soy incapaz de matar una hormiga, pero no me hubiese importado participar en la Batalla de Inglaterra.

Y en esto de los cazas, los pilotos de la Luftwaffe se llevan la palma, créanme. Fueron los que acumularon más victorias, pues en Alemania un as era considerado como tal cuando sumaba diez derribos y los primeros del mundo en pilotar aviones a reacción. Sus vidas fueron heroicas, dignas protagonistas de novelas de aventuras, sí, ya sé que sirvieron en el ejército de Adolf Hitler y se encontraban bajo el mando del orondo mariscal del Aire Hermann Goering, pero muchos de estos soldados se ganaron el respeto incluso de sus enemigos.

Ahí van unos nombres, casi todos a los mandos del espectacular Me-262Kurt Welter reclamó sesenta y tres victorias, registro que nadie ha alcanzado aún y sobrevivió a la guerra (recuerden que tan sólo se salvó el cinco por ciento de los pilotos germanos). Johannes Steinhoff era un guaperas, hasta que el 18 de abril de 1945, después de lograr seis victorias con su unidad de Me-262 cerca de Múnich, su avión sufrió el reventón de un neumático del tren de aterrizaje. Sufrió quemaduras gravísimas en el rostro y en la espalda.

Cola del caza Bf 109F-4 del as de la Luftwaffe Heinz Bär en julio de 1942 con la cifra de las victorias conseguidas. © wikiwand

Franz Köster, encuadrado en la Jagdverband 44, sumó siete victorias en apenas un mes durante la defensa de los cielos del III Reich en el ocaso del nazismo. O el caso de Heinz Bär, que obtuvo un total de doscientas veintiuna victorias, entre cazas de hélice y a reacción. Fue derribado en dieciocho ocasiones, y realizó en torno a mil misiones de combate. Pese a las impresionantes cifras exhibidas, su carrera fue constantemente frenada por el mismo Hermann Göring. Por ironías del destino, murió en una exhibición aérea después de la guerra.

Los cazas a reacción Me-262 llegaron tarde a los campos de batalla, menos mal, pues su versatilidad y, sobre todo, su rapidez, los convirtieron en invencibles. Eran capaces de destrozar las formaciones de bombarderos aliados en pocos minutos. Su escaso número, su falta de planificación, carencia de combustible y una industria aeronáutica destrozada no los hizo decisivos. Pero representaron el riesgo, la aventura y la peripecia humana en los temibles combates aéreos.

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