La actriz gala Audrey Tautou interpretó a la inefable Amélie Poulain en el filme de Jean-Pierre Jeunet estrenado en 2001. © Miramax

Me atrapó hace tiempo y para siempre Amélie, no lo dudo desde entonces, cuando vi, con ojos de adolescente asombrado, las secuencias iniciales de Le fabuleux destin d’Amélie Poulain. Ahora llevo a rastras un amor imposible, un coqueteo con el París dulce de calles adoquinadas y farolas decimonónicas, donde un escritor fracasado se inspira en las pintadas que ve por las calles frente a la cafetería Des 2 moulins.

También, aunque no lo crean, por una antigua cabaretera que trabaja en un estanco, o por un hombre de huesos de cristal que pinta siempre el mismo cuadro impresionista o por un tendero inútil, que se ceba con los más débiles… Y en esa atmósfera tan literaria vive Amélie, aprisionada por su timidez, a la que achaca su fortuna, pues se enrojece cuando se enamora como una idiota de Nino Quincampoix, un joven que va a todas partes con una bolsa de plástico.

Te enamoras de Amélie porque se sube a la azotea de su apartamento de Montmartre para contar cuántos orgasmos se pueden listar en ese momento (creo que llega a quince) o porque tira piedras en el canal de Saint-Martin en sus ratos libres. Pero, siempre lo he creído, su timidez es ociosidad, es decir, fatalidad. Amélie conjura a sus vecinos, maneja los hilos de la realidad, une a personas, vuelve locos de atar a unos y cuerdos a otros.

Una de las escenas finales del filme Amélie, donde triunfa el amor entre los dos protagonistas. © FilmAffinity

Es, como escribió el viejo poeta, el maleficio de la belleza, el poder dictatorial de los invisibles hilos del amor, esa energía —a veces maligna, os lo puedo asegurar— que se sufre en los desencuentros, en las encrucijadas, ya sea en París o la vuelta de la esquina de tu barrio. Por eso vivo en París más que en mi casa. Paseo por sus calles a ver si la veo, comprando frutas o metiendo la manos en un saco de legumbres, pues sé de buena tinta que le gusta a rabiar.

Anoto la frase del escritor fracasado, por si las moscas: «Sin ti, las emociones de hoy no serían más que la piel muerta de las de ayer». Y, sin apenas descanso, sueño despierto en pasearla en motocicleta cerca del Sacré-Coeur o una pequeña parada (¿un café tal vez?) en Lamarck-caulaincourt. Así se me pasan los días de primavera, soñando despierto frente a sus hermosos ojos e imaginar cómo miran fijamente al horizonte y planean su siguiente misión en este mundo. Pour toi, Amélie…

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