El actor en uno de sus papeles más conocidos, el del periodista Bob Woodward en Todos los hombres del presidente© Cosmpolitan TV

Ahí lo tienen, con ochenta años recién cumplidos, y todavía luciendo unas greñas de pelo rubio por encima de las orejas. Ahora lleva peor lo de la cirugía, pues le han dejado una expresión parecida a un muñeco de cera del museo de Madame Tussauds. Pero, por debajo de los arreglos estéticos, late el pulso de un actor aparentemente normal, casi perplejo ante la vida o, al menos, eso es lo que nos indica desde los múltiples personajes que ha encarnado.

Redford es un norteamericano ejemplar y comprometido, tal vez por eso no estamos ante un héroe. Dicen que tuvo problemas con la bebida, que se dio a la bohemia y que prácticamente se quedó sin familia, hasta que llegó una tal Lola van Wagenen, una universitaria de Utah, con la que inició una relación y le dio sentido a su vida. Gracias, Lola. Ahora ella es una desconocida, pero ha introducido al actor en la galería donde sólo unos pocos nombres quedan grabados en el imaginario colectivo para siempre.

Primero el teatro y luego el cine, en fin, el estrellato; pasar de la noche a la mañana a convertirse en un icono del mundo occidental… y con una simple sonrisa, como si con él no fuera la cosa. Y ahí vienen mis preocupaciones. Evidentemente uno no se puede convertir en Redford por mucho que lo intente delante del espejo, pero lo que da rabia es comprobar cómo este señor, nacido en Santa Mónica el 18 de agosto de 1936, luce unas gafas de sol baratas mejor que nadie, lleva un abrigo verde de saldo con las manos metidas en los bolsillos como si fuera un modelo de pasarela, se encasqueta un fedora manchado de sudor de los años treinta como si fuese nuevo o se pone una simple camisa blanca recién planchada cuando lo nombran alcaide de una prisión sureña.

Cosas de las estrellas de cine, que con dos cositas que se ponen encima se arreglan… y sin necesidad del photoshop. Con el paso de los años le ha ocurrido como a otros compañeros de profesión, que si me intereso por los temas medioambientales, que si patrocino un festival de cine alternativo, que si me meto a director o, ya puestos, le doy oportunidades a otros directores.

En fin, nada anormal en personajes así. Pero, por muchos años que pasen, Redford será siempre los inmortales Brubaker, Johnny Hooker, Joe Turner, Sundance Kid, Jeremiah Johnson, Paul Bratter, Roy Hobbs… Y yo, mientras tanto, luchando con el espejo cada mañana en una batalla perdida desde el primer minuto. No podemos luchar contra los elementos.

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