El Imperio Romano se basó en un ejército formidable para mantener una paz que duró cerca de cinco siglos en Europa. © Kim Benson

Ciudadano escucha: Roma te necesita. Sirve al Estado durante veinticinco años, no te cases, recibe un duro entrenamiento, camina en marchas interminables, mete los pies en los más inhóspitos lodos del Imperio, mata a cualquiera que levante una lanza contra ti, quema sus ciudades y persigue a los bárbaros (también los puedes crucificar, los tribunos mirarán para otro lado)… y si todavía estás vivo después de un cuarto de siglo te asignamos una pensión vitalicia y unas cuantas hectáreas en la soleada Hispania.

Esa es la vida de un legionario romano alrededor del año cien de nuestra era. Hay unas cuantas legiones estacionadas a lo largo de los limes de la pax romana, así que ten cuidado con el destino que eliges. Te puedes enfrentar a los sangrientos pictos, los cabezotas judíos o los belicosos partos, que no dudarán en enviarte flechas desde sus caballos en plena huida.

Pocas diferencias hay entre los soldados actuales —algunos todavía se llaman legionarios— con los legionarios romanos. Ambos son profesionales, son un arma de represión de los estados y andan enredados de vez en cuando en la elección de un nuevo emperador. Cuesta todavía comprender su funcionamiento, sus dimensiones y estructura, pero basta echar una mirada al libro de Philip Matyszak para comprenderlo de una forma amena (tal vez propagandística) y, a la vez, profunda.

De una simple lectura de Legionario: el manual del soldado romano se nos derrumban los tópicos —provenientes del cine atrofiado y de la literatura de consumo— sobre los legionarios romanos. Su mundo es más cercano del que imaginamos, sus rutinas y entretenimientos, así como sus usos cuartelarios no difieren de los marines norteamericanos que lucharon en Vietnam, por ejemplo. No te lo pienses más ciudadano. Pon tu firma y cuélgate una identificación de plomo al cuello (¿les suena de algo?)… te vamos a dar una buena comida y un techo, unos amigos para toda la vida y, no te preocupes, siempre habrá bárbaros por ahí a los que exterminar.

 

Portada de la obra.  © Casa del Libro

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies