Un fotograma de la película del mismo nombre basada en la novela de Stanislaw Lem. © PelisPlus
Eso de que un polaco —Stanislaw Lem (1921-2005)— escriba ciencia ficción suena algo chocante. Y mucho más si un de sus novelas es una de las obras más conseguidas del género y demás gestada en pleno régimen comunista. Los libros de Lem, en general, exploran temas filosóficos que involucran especulaciones sobre nuevas tecnologías, la naturaleza de la inteligencia, las posibilidades de comunicación y comprensión entre seres racionales; asimismo propone algunos elementos de las limitaciones del conocimiento humano y del lugar de la humanidad en el universo.
En 1961 le dio por escribir una inquietante historia, Solaris, que pronto fue muy conocida en Europa por conseguir la adaptación cinematográfica de Andréi Tarkovsky, uno de los premios del Festival de Cannes de 1972. La verdad es que preferimos la versión de 2002 de Steve Soderbergh y el guaperas George Clooney, simple cuestión de gusto.
La historia es lo importante, pues sitúa la acción en un planeta deshabitado, en teoría, que constantemente recibe a científicos terrícolas. Los sufridos hombres de ciencia recogen muestras, las estudian, establecen teorías y poco a poco intentan dar una explicación al comportamiento del los extensos océanos, el único ecosistema del planeta, que curiosamente tiene dos soles. ¿Otra anticipación a los que se ha comprobado recientemente?
Describen el movimiento de las aguas, las columnas que forman… incluso se ha establecido una epistemología solarística con sus manuales e índice de autores. Kelvin, el protagonista, intenta poner orden a tanto estudio, pero un buen día se aparece su mujer, que murió hace unos años, en la habitación que ocupa de la estación orbital… El resto es muy sustancioso. Si quieren conocer un poco más, la historia se encuentra en las páginas de la novela.
Portada del libro. © Casa del Libro