Hasta ahora no se ha podido fotografiar o capturar la variedad de tigre azul, una leyenda literaria más que una realidad. © hdfondos.eu

Lo siento por Simba, por su padre Mufasa, por el poético y parlanchín Aslan y por el de la Metro, que nos anunciaba de paso una película de Tarzán. El tigre, créanme, también tiene su encanto, no todo van a ser los peliculeros leones de la sabana. Los tigres son los felinos más grandes del planeta, no son nada sociables, y representan más que ningún otro depredador la soledad del cazador en lo más impenetrable de las selvas. Poseen además una envergadura colosal, no me gustaría recibir un zarpazo de un sano ejemplar de Siberia, la verdad. 

Ahora vagan por el mundo unos 3.200 ejemplares de varias subespecies, y otros tantos que crecen y se multiplican en los zoológicos. Por cierto, jamás se podrán reintroducir, pues han perdido todo contacto con la realidad (de la selva). Pero no piensen que por estar en peligro de extinción son unos tiernos gatitos, pues también hay conocidos tigres devora-hombres. Un tigre necesita al año más de dos mil trescientos kilos de carne y un extenso territorio de caza, lo que les lleva a la extinción indefectiblemente cuando se trata de compartir el planeta. Ya se han desaparecido tres subespecies: Java, Bali y Caspio. El resto tienen los días contados.

Recreación de un tigre azul, con características similares estudiadas en otros felinos. © wikipedia

Pero en el finisecular mundo del tigre existe un retazo de literatura de aventuras: tigres azules. Como lo oyen, se supone que existen ejemplares de tigre azul. Alrededor de la década de 1910, Harry Caldwell, un misionero americano y cazador profesional, divisó y persiguió a un tigre azul en las afueras de Fuzhou. Su búsqueda se encuentra reflejada, a modo de crónica, en su libro Tigre Azul, publicado en 1924. Se cree que se puede tratar de una afectación de la piel, como les ocurre a muchos gatos de la isla de Malta (a estos tigres también se les llama malteses). Sin embargo, no hay relación posible entre la isla mediterránea y el sur de China, el lugar donde se han producido la mayoría de los encuentros.

El más reciente avistamiento tuvo como protagonista al hijo de un soldado norteamericano que sirvió durante la guerra de Corea. Afirmó en varias entrevistas que su padre observó un tigre azul en las montañas, cerca de lo que es ahora la zona desmilitarizada, el famoso paralelo 38º norte. Tigres azules también han sido vistos en Birmania. ¿Será cierto? ¿Cuántos ejemplares hay? Antes de que se capture alguno, déjense llevar mientras tanto por los albinos, por los ligres de los circos o por la sabiduría de Shere Khan. A mí, si les digo la verdad, prefiero deleitarme con el tacto de los pies desnudos y regordetes de Anita Ozores sobre la piel de un tigre abatido a tiros en una selva remota de la India.

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