La carrera del diestro sevillano Pepe Luis Vázquez fue corta, pero muy intensa en lo artístico. © El Correo de Andalucía

La mañana de marzo era fría y sentíamos los nervios propios de entrevistar a una figura del toreo. El maestro estaba en su sillón y no tardó en levantarse para estrecharnos la mano. Su hijo nos entretuvo en el comedor hasta que salió con su chaquetón y su gorra campera de paño. «¡Ea, vámonos…!». Caminamos por una ciudad animada en dirección a La Ponderosa (hoy es un triste Opencor). Se tomó una manzanilla (de infusión) y con calma fue contestando las preguntas sobre el toreo, su época y las circunstancias del presente.

El Programa de Mano de la Empresa Pagés, en su número especial para los abonados, quería recordar su figura, que se difuminaba en un océano de tiempo desde su retirada de los ruedos. Observábamos sus gestos, sus palabras cadenciosas y su modestia. Sí, ese don tan preciado y escaso. Ese hombre, ya mayor, había compartido cartel con Manolete, con Arruza, con los más grandes en la década de los cuarenta y buena parte de los cincuenta. En cambio, hablaba como un aficionado respetable, como si no hubiera sido protagonista de aquello que le recordábamos en notas apresuradas sacadas del Cossío unos días antes. Decía que en el toreo, como en la vida, hay que ser modestos y hay que torear con la mayor naturalidad posible. (Casi nada).

Llegó el fotógrafo, inmortalizó al maestro con el que esto escribe y Ángel Cervantes. Desde entonces no hemos dejado de recordar aquella mañana, de saborear sus palabras y desear por Reyes una máquina del tiempo para verle hacer, aunque sea tan sólo uno, un paseíllo en la Real Maestranza. Ya no iba a la plaza, pero sí veía las corridas por televisión. Se le preguntó qué le parecía el toreo actual. Hubo un silencio. «A veces me pongo a ver la corrida, pero salgo a tomarme una infusión y cuando vuelvo a casa, ahí sigue el hombre toreando…». Otro silencio.

Hubo más silencios que palabras, que contadas apresuradamente sumaban los muletazos exactos de sus faenas, cortas, envolventes, justas e impactantes. Se fue de los ruedos con treinta y dos años, aunque reapareció fugazmente, pero su torería sigue intacta, aunque hayamos aprendido por añejas fotografías y unas cuantas películas lo que desplegó por las plazas de toros. Dejó este mundo el 19 de mayo de 2013. Maestro, hasta siempre.

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